La obra La primera vez que vi un fantasma de Solange Rodríguez, publicada en el año 2018, marcó un hito en la carrera de la escritora Ecuatoriana. Si bien este libro cuenta con el respaldo de Candaya, una editorial española de gran trayectoria, Solange trabajó arduamente para lograr una publicación de tal escala. Fascinada con el género del microcuento, la literatura de Solange explora aquello que desborda lo real y ahonda en lo fantástico. Sus primeras obras, si bien autopublicadas, siguen esta línea también. La experiencia que fue adquiriendo, en el año 2010, ganó uno de los premios más prestigiosos al cuento ecuatoriano, el Premio Joaquín Gallegos Lara. Tras más de quince años de escritura, la editorial local de Solange, Cadáver Exquisito, realizó una colaboración con la editorial Caracola, la cual, al ser esta editorial basada en la ciudad más grande de Ecuador (Quito) permitió que la obra de Solange llegué a más lectores. Encontrando su camino mediante participación activa en ferias de libros, logró conectar con los editores de Candaya, extendiendo su rumbo a la publicación internacional. Con este apoyo nace su obra, La primera vez que vi un fantasma, y consigo un mundo inquietante que aviva al lector a desconfiar del orden de la realidad, pero también, de los fantasmas interiores que embrujan la identidad de uno. Todo aspecto de la identidad es cuestionado mientras los personajes abordan temáticas como el amor, el deseo, y el engaño. Solange desconfía del orden de la realidad y lo explora mediante relatos cortos con historias tan inverosímiles como inquietantes. 

En esta colección de quince cuentos, Solange alterna entre historias de 15 a 20 páginas y piezas cortas de 1 a 2 páginas. Algunas historias dejan más preguntas abiertas, mientras que otras, menos dudas por resolver. La variedad no es un reto para Solange. Aquí, el lector puede escoger su fantasma. Además de escoger entre un diverso repertorio de personajes, unos vivos y otros muertos (Un paseo de domingo), unos humanos y otros gatunos (Matadora), unos nombrados y otros cuya presencia es suficiente (Instantánea borrosa de mujer con luna). El tipo de narrador también varía en cada cuento y cumple una función distinta. Paladar, por ejemplo, es narrado en primera persona desde la perspectiva de una mujer cuyo seno recientemente fue amputado y narra el obstáculo que ello genera en su exploración de la feminidad. Alternativamente, Un hombre en mi cama, es narrado desde una perspectiva omnisciente, al ser uno de los cuentos con la mayor cantidad de personajes, esta narración efectivamente ahonda en diversos puntos de vista, una mujer que se casa con un árbol y su hermana que disfruta contemplando hombres dormidos, una perspectiva feminista de la novela de Yasunari Kawabata. Si bien la obra incluye referencias a la cultura ecuatoriana propia de la autora, como el escenario folclórico montubio en el que se desarrolla La Pierna, esta obra trata temáticas omnipresentes en todo contexto como la soledad, la violencia, la feminidad, entre otros. El microcuento que le da su nombre a la obra, La primera vez que vi un fantasma, referencia la cultura norteamericana al reflexionar sobre la historia Bonnie Parker y Clyde Barrow, generando un reflexión general sobre las relaciones interpersonales que no es exclusiva de un solo contexto en específico, sino que más bien se explora a través del lente contextual del autor. 

Si bien los microrrelatos se diferencian entre sí, tienen un mismo hilo conductor: la idea en común de un fantasma presente en ellos. El fantasma, sin embargo, no siempre es literal. Más bien, es metafórico de aquellas cosas que atormentan al individuo, ya sean otros individuos, o partes de uno mismo que lo horrorizan. El relato Pequeñas Mujercitas, por ejemplo, es un relato de la venganza femenina. El microcuento narra la historia de una mujer que llega a la casa de sus padres la cual se encuentra en condiciones deplorables, desordenada y sucia. Su hermano, Joaquín, la llama pidiendo quedarse en la casa de sus padres debido a que la mujer con la que vivía lo corrió de la casa por ser infiel. Conforme la protagonista y Joaquín limpian el sillón de la casa se encuentran con una multitud de pequeñas mujercitas debajo del sillón, quienes han creado su propia civilización hedonista. A la protagonista le fastidia la presencia de las mujercitas y decide atraparlas lo más que puede y matarlas. Llega la noche y Joaquín se alista para dormir semidesnudo en el sillón, las mujercitas que la protagonista no pudo matar se trepan por Joaquín y nunca está claro si aquello que le hacen a Joaquín le causa dolor o placer. 

Es esa incertidumbre misma la propicia varios niveles de reflexión. Si es dolor aquello que las mujercitas le hacen a Joaquín ¿Qué lo causó? Dentro de la limitada cantidad de información que obtenemos por el narrador protagonista, se sabe que Joaquín es infiel y tiene un historial negativo con las mujeres de su vida. La familia de Joaquín y su hermana cuyo nombre se desconoce, se revela disfuncional. La madre le “daba unos buenos bofetones con la mano abierta o un golpe de cinturón en las palmas” a la hija y la comparaba con su hermano. No resulta imposible pensar que las mujercitas tienen la intención de vengar a la hermana de Joaquín y a la mujer a la que le ha sido infiel. La colonia de mujercitas, quienes crearon su propia civilización bajo un sillón, se muestra alterada cuando la casa es ocupada por extraños. Se observa a algunas correr y a otras gritar cuando la protagonista invade su. hogar. Lo que es relevante es que, en lo que sea que le estén haciendo a Joaquín, las mujercitas lo hacen juntas, todas unidas por un mismo propósito. Ya sea un acto erótico o un acto de venganza, actúan colectivamente. Si bien son pequeñas e inofensivas cuando actúan individualmente, su colectividad las hace fuertes. Independientemente de si su fin es positivo o negativo, el acto colectivo en sí es un reflejo de sororidad. El fantasma aquí es el pasado y sus consecuencias.

Otro de los cuentos, Paseo de Domingo trata el duelo y la memoria. La historia narra una hija que todo los Domingos saca a su madre a pasear con ella, al final del relato, sin embargo, se revela que lo que paseaba con la hija era únicamente el cadáver de su madre. A pesar de ello, la hija confiesa que “abraza a su madre” que “casi se desvanece, para protegerla de las personas que [las] apretujan y atropellan” (72). La tristeza y el horror de la muerte de su madre, sin embargo, no solo afecta a la hija. La madre también se aterroriza de su propia apariencia y grita “Yo no era así, (…) así no me veía” (72) y en un intento de consolarla la hija le dice que “no haga caso a los espejos, que jamás le han podido hacer justicia a los muertos” (72). El espejo, en este caso, es aquello que genera un desenlace en el que la madre, que hasta ese punto había sido animizada, sólo existe en la memoria. El fantasma de un muerto que acompaña a sus seres queridos caracteriza esta obra. Este cuento también indaga en cómo la dinámica madre-hija afronta un giro con el envejecimiento: Si antes eran ellos quienes nos llevaban de la mano, ahora pasa al revés. En este relato, la hija intenta proteger a la madre para que no se mire al espejo. 

El cuento, Matadora, también indaga en las complejidades de la relación madre e hija, pero desde un ángulo distinto. La hija se encuentra en plena transición a la pubertad mientras las noticias se llenan de mujeres violentadas y asesinadas. Los niños son crueles con la hija y se burlan de ella en el colegio. La niña le pregunta a la madre: “¿Esto es lo que sienten las mujeres mamá, miedo y ganas de que nos hagan cosas?” (101). La madre, sin embargo, lucha con su percepción pública la cual va en declive conforme sus vecinos se alteran por el alarido de la gata que cuidan en su apartamento, y no sabe cómo proteger a su hija de la crueldad del mundo exterior. Leona, siendo la voz metafórica de las mujeres violentadas, es la causante de una serie de eventos que resultan en justicia para las mujeres: “Cada vez hay menos noticias de mujeres muertas” (102). Los alaridos y escandalosos maullidos de la gata que tanto molestaban a los vecinos se muestran paralelos al dolor femenino. El fantasma en este microcuento es la violencia de género.

Si bien hay muchos más cuentos y fantasmas por discutir, la obra habla por sí misma. Solange Rodríguez, y La primera vez que vi un fantasma específicamente, es un ejemplar de literatura ecuatoriana fascinante.