Hombres necios

Este poema nunca deja de sacarme de quicio, y me fascina cada vez ver la prueba de que existía pensamiento feminista aún en el siglo diecisiete. Desde tiempos inmemoriales, y aún ahora, se suele echar la culpa de la seducción a las mujeres. En Paraíso Perdido por Milton, se ve a Eva adulada y fácilmente persuadida por la serpiente para que comiera el fruto prohibido. Débil en su vanidad y credulidad, Eva pasa a ofrecer el fruto a Adán, llevando a él, y a la humanidad, al pecado. Entonces tenemos una imagen de la primera mujer de todas como una seductora, y es una imagen cuyos efectos se sienten aún hoy en día. Pero Sor Juana pone este estereotipo patas arriba, sugiriendo que los hombres son “la ocasión / de lo mismo que culp[an]” (3 – 4). Introduce la idea, que de verdad me parece en aquel tiempo revolucionaria, de que el hombre tiene la misma culpa, si no más culpa, en la seducción. Se puede ver esto cuando dice, “¿Cuál mayor culpa ha tenido / en una pasión errada: / la que cae de rogada / o el que ruega de caído?” (49 – 52) Otra vez pienso en Paraíso Perdido con la mención del caer. Es una fuerte denuncia de la hipocresía masculina que presenta Sor Juana; critica resueltamente la tendencia de los hombres de ser mojigatos, de andar eligiendo y juzgando a las mujeres mientras siendo totalmente caprichosos y irrazonables sobre qué realmente quieren en una mujer. Además, las cualidades de la mujer que les escandalizan tanto, las crean ellos mismos. La representación que sugiere Sor Juana es revolucionaria también en la manera de que pinta el comportamiento femenino ante el amor. Hemos visto un montón de poemas, jarchas y moaxajas, que representan a la mujer como histérica, una ruina sin control de sus emociones, enfermando al hombre normalmente imperturbable. Pero Sor Juana nos presenta con una representación de la mujer como la pareja más lógica en asuntos de amor. Es una inversión de roles refrescante. Al terminar este poema siempre estoy enardecida; Sor Juana hace un comentario mordaz sobre el hombre, equiparándoles no a dioses y reyes como suelen ser comparados, sino al “diablo, carne y mundo” (67 – 68). En un mundo donde el poder masculino seguramente era sofocante, Sor Juana socava su autoridad, reduciendo a los hombres a chicos traviesos que hacen cosas verdaderamente fatuas.Mira en esta foto como Eva se tapa la cara con las manos en su vergüenza: ella es la mujer pecadora desde el principio.